domingo, 29 de mayo de 2016

Profesor de Conservatorio



Hay personas, sujetos activos del arte musical, que para dar por bueno a un músico, como docente, como intérprete o como compositor, usan como criterio de verdad el hecho  de ser profesor de conservatorio; de modo que si uno les hace una crítica de tipo musical ellos la niegan diciendo que de ninguna manera pueden hacerlo mal, puesto que son profesores de conservatorio. Esta gente da al conservatorio un celestial poder mágico que convierte a todo el que pertenece a él en un sobresaliente músico, sea como docente, como intérprete o como compositor. Este pueril y vacío argumento lo vengo oyendo desde los tiempos de María Castaña; argumento que no sirve para nada si quieres entrar en una orquesta, argumento que no sirve para nada si te presentas a un concurso musical.
Un profesor del conservatorio lo es no porque demuestre su capacidad como docente, sino porque muestra un título; en España, que estamos gobernados en muchos ámbitos por mediocres que enarbolan títulos, pesa mucho más el mostrar que el demostrar. Demostrar la capacidad docente significa que se posee un alto nivel en la teoría musical científica (teoría que tiene como criterio de verdad la práctica y el pensamiento lógico) y que se posee un alto nivel en la didáctica y en la pedagogía musicales, que se posee una metodología capaz de producir verdaderos músicos pensantes; un músico pensante es aquel que tiene conciencia de la música que interpreta, de la música que compone, y que tiene una alta educación artística del oído que le permite distinguir la obra musical buena de la obra musical mala.
Porque no tiene que demostrar nada, puede un profesor de música, y los de su familia que va metiendo en el conservatorio, permanecer de forma vitalicia como profesor. El conservatorio no es el edificio donde se imparten las clases de música, el conservatorio son sus profesores, y si sus profesores son malos, el conservatorio es malo. Por poner un ejemplo, el filósofo Nietzsche vivía malamente en una pensión, al tiempo que los honorables catedráticos filósofos de su época tenían una alta y distinguida posición social, ¿en la actualidad, quién los conoce, dónde está su aportación a la historia de la filosofía? Mientras esos ilustres catedráticos mostraban un título, Nietzsche demostraba un alto saber filosófico, un saber luminoso y eterno.
Un ejemplo más, la señora X, compositora, profesora de Transcripción y Teoría Musical del Flamenco, en el Conservatorio Superior de tal sitio, titulada en Composición, Piano, Solfeo y Teoría de la Música, en su libro titulado Teoría Musical del Flamenco, dice lo siguiente acerca del Ritmo y el Pulso: “El Ritmo se estructura en función del Pulso. El Pulso es latido regular sobre el que se establece el Ritmo”. ¿Para qué tanto título? Esto es una auténtica cantinflada, poner en movimiento palabras para al final decir nada; a esto llamo yo teoría musical no científica, teoría musical absolutamente separada de la práctica, de la práctica de la composición, de la práctica de la interpretación. En Educación Musical y Pensamiento, pueden encontrar un trabajo teórico mío titulado Pulso, Ritmo y Metro.
Todos los grandes de la historia humana de la producción espiritual, mujeres y hombres, son grandes porque no se han quedado satisfechos con la educación que el sistema vigente les proponía, sino que iban mucho más allá, cuestionando de arriba a abajo esa educación recibida, haciendo, de esa manera, historia.

domingo, 1 de mayo de 2016

El ser Músico

Hay músicos que todavía, a estas alturas de la historia humana, tratan de convencerse a sí mismos de que ser músico consiste en tocar un instrumento musical y, si además, se sabe leer partituras, el resultado es un supermúsico. De “supermúsicos” está el mundo lleno, no hay cama pa’ tanta gente, que dice la canción; de lo que no está lleno el mundo, más bien está muy vacío, es de auténticos creadores, los cuales se pueden contar con los dedos de una mano. Por cierto, el sistema de educación musical dominante, que es quien produce  estos “supermúsicos”, admite como natural que, por ejemplo, un pianista después de acabada su larguísima carrera sea incapaz de tocar una simple progresión de acordes sin partitura delante, y, por supuesto, absolutamente incapaz de crear una simple melodía con un simple acompañamiento; son músicos castrados. Lo peor de todo es que estos “supermúsicos” que, como gallitos se ponen a sacar pecho, no se ganan la vida tocando música, que es para lo que, según ellos, están preparados, sino que se ganan la vida como profesores de música, para lo cual en absoluto están preparados, con el agravante de que proporcionan una enseñanza musical que es una auténtica y bárbara estafa. Esta fauna de arrogantes, por su incapacidad para la didáctica musical, son capaces de echar a perder a generaciones enteras para el ejercicio del elevado arte de la música, sin sentirse en ningún momento responsables de ello.
Estos músicos del tres al cuarto, mediocres hasta decir basta, son incapaces de distinguir capacidad técnica de capacidad artística; la capacidad técnica instrumental son cuatro cosas, la adquisición de su conocimiento lleva poco tiempo, es un conocimiento puramente mecánico; por el contrario, la capacidad artística requiere un conocimiento musical muy amplio y profundo, que se adquiere a lo largo de muchos años, conocimiento que el sistema de educación musical, por medio del cual esta gente se ha formado, no proporciona. Como les des una obra que rítmicamente sea un poco compleja, o bien no la tocan, o la tocan desfigurándola brutalmente; estos “supermúsicos” tocan en “latín”, esto es, no entienden lo que tocan, no entienden ni la parte rítmica, ni la parte tonal de lo que tocan; estos “supermúsicos” son unos auténticos ignorantes musicales.
Estas indeseables criaturas en el terreno de la Educación Musical, además de ser unos ineptos, son unos desalmados reaccionarios, porque están continuamente oponiéndose rabiosamente a toda innovación didáctica y pedagógica, y a la crítica científica de conceptos musicales básicos que el sistema de educación musical dominante impone impunemente como verdaderos. Estos mediocres y reaccionarios músicos forman parte, en su lado espiritual, de este sistema capitalista en descomposición, por muy de izquierdas que se presenten muchos de ellos.
A estas mezquinas cabezas les cuesta ver lo evidente: que la historia de la música no la han hecho los ejecutantes, sino los creadores. ¿En qué parte de la historia de la música podemos encontrar a los virtuosos de la época de Mozart, o de Beethoven, o de Tchaikovsky, o de Stravinsky, por citar algunos? En ninguna parte.
Los intérpretes verdaderamente virtuosos, los que poseen la capacidad artística, son gente humilde y tratan siempre de maestros a los creadores, y tienen meridianamente claro que ellos son gracias a los creadores, y no al revés.